Asunción, Radio Lata Pararã. Arrollador y agresivo, por momentos progresivo y melódico, el sonido de Pestilence fue un disfrute en el show que los trajo por primera vez a Paraguay. Con dieciocho grados y alguna ligera llovizna, la fresca noche asuncena recibió frente a Absoluto Rock a headbangers de diferentes generaciones que poco a poco iban reuniéndose para honrar la visita de uno de los números más representativos del metal extremo europeo.
“Paraguay, cómo están” vociferó de manera enérgica la leyenda Patrick Mameli al subir a escena, mientras observaba al público con esa mirada desafiante que lo caracteriza. Marcaban las 22:57 cuando se empezó a escuchar el ataque in crescendo de la intro de “The Secrecies of Horror”. La inmersión hacia el legendario álbum “Testimony of the Ancients” había iniciado.
La experiencia fue realmente sorprendente, gracias a un sonido impecable y una puesta en escena que permitió apreciar lo afilada que llegaba la banda. ¿Cómo puede conservar Mameli la misma voz de hace más de tres décadas? En “Twisted Truth” todo se vino abajo. El público literalmente explotó desde el primer riff, movido por ese pesado paseo de medio tiempo que conjuga unas maravillosas secciones melódicas.
La formación que llegó a Asunción acompañando a Mameli es la que grabó el último álbum lanzado en 2021. El guitarrista Rutger van Noordenburg conectó de una manera especial con el público desde que subió al escenario, interactuando en cada solo y ofreciendo palanqueadas armónicas al por mayor. Luciendo una casaca de Uada, el batería Michiel van der Plicht (ex miembro de bandas como Prostitute Disfigurement y God Dethroned), realizó un despliegue abrumador de técnica y potencia, mientras que el bajista Joost van der Graaf (ex Sinister y Dew-Scented), dueño de una destreza envidiable, demostró poder acompañar sin inconvenientes cada uno de los arreglos originalmente grabados por el eximio Tony Choy en el álbum tributado.
La sesión siguió con la arremetida brutal de “Lost Souls” y su característico riff octavado, y “Land of Tears”, cuyo inicio agresivo se transforma a mitad de tema –de manera natural y orgánica– en una sección absolutamente atmosférica, que da paso a ese magistral solo floydiano (al decir de un amigo sajoniero) que el público agradeció y acompañó. Mameli arrojó una mirada de satisfacción, y antes de proseguir sorbió un trago de una bebida que pocos pensaron ver alguna vez sobre un escenario: leche. Así es, un cartón de leche puesto a la vista sobre su Mesa Boogie lo esperaba cada tanto para saciar su sed.
Los riffs arrastrados de “Prophetic Revelations”, el ochentoso “Testimony”, y el clásico “Presence of the Dead” prosiguieron para llegar hasta el último track, “Stigmatized”, el cual generó un nuevo momentum con el público, amén de sus pegadizas secciones y arreglos. El despliegue del bajista Joost van der Graaf se llevó gran parte de los aplausos, mientras empezó a sonar “In Sorrow”, el breve outro de Testimony. Habían transcurrido cuarenta y cinco minutos de gloria absoluta.
Sin pausas, Mameli anuncia dos piezas del nuevo álbum, los cortes “Morbvs Propagationem” y “Deificvs”. Rutger van Noordenburg cambia rápidamente de guitarra, y con una dorada LTD arranca la nueva arremetida, oscura y pesada de este álbum. ¿Have a good time or what? vocifera Mameli para ofrecer al público la primera de las tres cerezas de la torta, “Dehydrated”, pieza de apertura del “Consuming Impulse”, que luego engancha con “The Process of Suffocation”. Las paredes de Absoluto Rock tiemblan ante el desenfrenado headbanging.
La banda se despide ante la insistencia de las hordas sedientas. El retorno tiene un solo nombre posible: “Out of the Body”. El afilado riff de inicio hace efecto inmediato. Consternación. Todo empieza a verse borroso, el público eufórico llega a su catarsis. Pestilence trajo su testimonio antiguo en el marco de una impecable organización de Metal Alliance y Producciones G & G. Evento evento histórico que contó con la participación de dos legendarias bandas nacionales como teloneros, L’Estertor y Abomination. Una platea de unos doscientos cincuenta headbangers acompañó con eufórica devoción la puesta del grupo holandés. La peste llegó y venció.
Por Pablo Valenzuela.
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Completa reseña , genial